Colombia: Violencia, Economía y Política

 



Los españoles tenían minas de oro sobre todo en la cordillera Occidental, la que mira al Pacífico. Ahí siempre ha habido mucho oro. A los esclavos negros nunca se les pagaba por su trabajo, sólo se les alimentaba para que no se murieran, y cada uno, según su fuerza y su salud, valía. Todos tenían precio. Para alimentarlos los españoles tenían grandes ganaderías y haciendas de caña para sacar panela.

En la cordillera Occidental, de dónde se mira al mar, hay un pueblito que se llama Suárez, se llama así por un presidente de Colombia que vino a inaugurar el tren que iba de Cali y Buenaventura a Popayán. Es un pueblo muy rico, muy rico en oro. Los españoles explotaron sus minas y luego, cuando nos independizamos  de España, los generales que hicieron la guerra se quedaron con las minas y con los esclavos que las trabajaban. Y siguieron haciendo guerras entre ellos, pero para hacerlas necesitaban oro y esclavos. 
Cuando alimentar a un esclavo costaba más de lo que producía y cuando sus dueños vieron que era mejor negocio pagarles plata para que se alimentarán en vez de alimentarlos, declararon que en Colombia la esclavitud quedaba abolida, es decir, prohibida. (En el gobierno del presidente: José Hilario López el 21 de mayo de 1851).    



En Suárez los negros esclavos se quedaron con las minas porque no era mucho el oro que había y era muy costoso sacarlo del fondo de los ríos como el Cauca y el Ovejas, o de sus orillas. Pero como a los negros no les gustaba tanto el dinero, se dedicaron a sacar poquito a poquito el poquito oro que había y sembrar maíz, plátano, yuca y caña papelera para comer. En los ríos pescaba bagre, boca chico y barbudo. Así tenían un poco de oro que vendían para comprar ropa, sal, pólvora, fósforos y herramientas. Para los negros esclavos la fuga de la mina y de la esclavitud era la alegría. Muchos se les escapaban a sus amos y hacían pueblitos escondidos en las selvas para vivir. Se llamaban palenques y a los negros escapados se les decía cimarrones.
Un día bajaron del tren unos ingenieros con teodolitos, con mapas, con picas y palas. Llegaron a mirar si con el río Cauca se podía hacer una represa para que con la fuerza del agua se produjera electricidad. Las Ciudades necesitaban electricidad para alumbrarse y las fábricas para mover sus máquinas. Vieron que el río Cauca corría entre montañas que lo apretaban, que hacían estrecho el cauce de las corrientes de agua y decidieron construir una enorme hidroeléctrica, es decir, una fábrica de electricidad, usando las aguas del Cauca. 
A los Ingenieros no les importó que al hacer la represa inundarían parte de las tierras dónde los negros cultivaban y parte de las minas de dónde sacaban oro y les destruían muchos muchos  caminos por donde andaban. Nada les importó. Los negros discutieron, pelearon, patalearon, pero el gobierno tenía más fuerza con su policía y con su ejército. Hizo la represa que se llamó Salvajina. Para evitar que hubiera enfrentamientos con sangre y escándalos, les ofreció comprarles  parte de las tierras que se iban a perder por la inundación; los negros aceptaron llorando. Querían mucho sus tierras y sus minas. Les pagaron muy poquito, como para que no molestaran mucho. Y los negritos se fueron. Unos para Cali, otros para Santander. Algunos se metieron al río Ovejas, donde tenían parientes.
Hasta que otro día llegaron otras personas a catear cuánto oro tenía el río Ovejas y llegaron a la conclusión de que era un río muy rico en oro. Que el oro estaba en las orillas y sacarlo y llevárselo con máquinas era fácil y barato porque usaban retroexcavadoras. Al sacarlo le echan mercurio que es un veneno que sirve para que el oro que está en polvo o en pepitas de una y forme bolitas.
Pero los negros se negaron. Para ellos el río es como la teta para un bebé, de ahí sacan lo que necesitan para vivir. Y nunca sacan mucho, porque si sacan mucho, sus hijos y sus nietos se van a quedar sin él.
El gobierno se puso de parte de los dueños de las retroexcavadoras porque les pagaban impuestos; los negros nada le pagaban al Estado. El Estado hace eso para poder vender a las compañías las minas de oro, o de carbón, niquel o petróleo que hay debajo de la tierra. Y ahí está la pelea casada. Cómo los negros se defendieron y peleaban contra las retroexcavadoras rodeándolas y no dejándolas robarse el oro, el gobierno dejó que los dueños de las máquinas llevarán a los paramilitares.
El gobierno aceptó posteriormente prohíbir las retros, no sólo porque eran de narcotraficantes, sino porque tienen en mente darles a  grandes empresas multinacionales las minas de oro de toda la región para que las exploten con maquinaria gigantesca, saquen oro de todos los cerros y dejen los huevos para que se llenen de agua y formen lagos dónde los hijos de los ricos puedan ir a divertirse navegando en sus veleros. (Tomado del capítulo la toma del libro cartas a Antonia de Alfredo Molano Bravo).

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
 AUGE ECONÓMICO Y VIOLENCIA POLÍTICA 

Aunque los protagonistas vuelen a ser los campesinos, esta vez se ven inmersos en un conflicto diferente las causa de las  confrontaciones consistía en nada más que la lucha "por defender sus vidas de sus enemigos que hace cincuenta años eran otros campesinos que el Gobierno pagaba para perseguirlos porque no eran de las mismas ideas que los gobiernos de esa época. El Gobierno era del partido Conservador y esos campesinos eran liberales. Pensaban distinto, pero el Gobierno les tenía miedo porque podían ganar las elecciones y mandó quemarles los ranchos, sacarlos de sus tierras, expulsarlos para otras zonas y si oponían resistencia, matarlos. Eso sucedió en el sur del departamento de Tolima. Pero también en otras partes: En Boyacá, en el Valle, en Antioquia, y en muchas otras partes.
En el sur de Tolima, además de que el Gobierno quería ganar las elecciones sacando a los campesinos de su región, asustandolos o matandolos, los terratenientes querían sus tierras. Tierras donde se da muy bonito el café. Y entonces era un buen negocio sacarlos, porque unos, los terratenientes, se quedaban con sus tierras. Y otros, los políticos, o sea el Gobierno, les ganaba las elecciones. Hubo unos campesinos liberales y otros campesinos comunistas que dijeron: No vamos a dejarnos matar ni a dejarnos sacar, y se pusieron a buscar armas para defenderse. Solo tenían unas escopetas y machetes hechos por ellos mismos, y se metieron al monte con sus familias, con sus hijos, sus papás y toda su gente. Se escondieron para que cuando llegaran los campesinos que el Gobierno había armado y convertido en policías no los encontraran. Y en los caminos, esperándolos, estaban los otros campesinos , liberales y comunistas, armados con sus escopetas y cuando pasaron, los atacaron y les quitaron las armas que el Gobierno les había dado, que eran fusiles buenos que podían disparar cinco balas casi seguidas, que podían atravesar un riel de ferrocarril y que quién los disparara podía hacerlo desde muy lejos.
Ya con esas armas pudieron comenzar a defenderse. Sus familias pudieron poco a poco salir de los Montes, unirse y reunirse en las cordilleras, donde los ríos son muy corrientosos y donde las cuencas son muy estrechas. Son escondites muy buenos y difíciles de atacar. Uno de ellos se llamó el Davis y queda entre los ríos, el Amoyá y el Cambrín. Ahí se guarecieron. Ahí vivían unidos y defendidos por las pocas armas, eso sí muy buenas, que les quitaban a la policía y el Ejército. Pero el Gobierno descubrió que podía ganarles la pelea con aviones que tiraban bombas. Al mismo tiempo les mandó tropas del Ejército por tierra, es decir, caminando. Los campesinos sabían pelear de igual a igual, podían pelear uno contra diez, pero ya un campesino contra un avión y quince soldados no podía, por eso resolvieron irse de el Davis, con todas sus familias, con todo lo que tenían: ollas, perros, gallinas,cobijas, y se fueron unos detrás de otros de noche, sin dejar verse y sin poder hacer una hoguera para cocinar, porque el humo les decía a los militares dónde estaban. Poco a poco comiendo maíz crudo y panela, todo poquito porque pesaba y cargar mucho peso es trabajoso. Y casi todo lo tenían que cargar las mujeres y los niños porque los hombres salían a pelear con sus fusiles y sus escopetas contra el Ejército y la Policía. Así subiendo lomas muy altas, pasando ríos muy corrientosos, con hambre, con frío, fueron llegando a un escondite muy cerca del nevado del Huila, un sitio que le pusieron Marquetalia.
Ahí tumbaron monte, sembraron fríjol, y maíz y cosecharon. Tenían jefes, porque los necesitaban para defenderse, se llamaban Pedro Antonio Marín, que se cambió el nombre y se puso Manuel Marulanda, aunque sus enemigos le decían" Tirofijo" porque tenía mucha puntería. Otro, Jacobo Prias Alape, la gente le puso "Charro negro" porque le gustaba cantar canciones mexicanas; y otro uno más que se llamaba Isauro Yosa y se puso " Mayor Lister" se cambiaban de nombre para que el Ejército no pudiera acusarlos y porque querían ser otros, distintos a los que sufrían. Querían hacer una vida distinta, sin tantas desigualdades, donde hubiera justicia y no los persiguieran. Pero los persiguieron y el Gobierno volvió a atacarlos y mandó aviones y Miles de soldados y tanques de guerra, aunque estos poco le servían porque las cordilleras son muy paradas y los tanques se volcaban tratando de trepar. Entonces, disparaban sus cañones desde lejos" (Tomado del capítulo Marquetalia del libro: Cartas a Antonia de Alfredo Molano Bravo).
°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°




Entradas más populares de este blog

Mi vida durante la pandemia